Gira el pomo de la puerta lentamente, con mucho cuidado para no hacer ruido y entra en la habitación.
Por inercia acerca la mano al interruptor de la lámpara que hay al lado de la puerta. No lo aprieta, de vez en cuando se le olvida que no está solo.
Al fondo de la habitación se encuentra la cama. Ella está tumbada en el lado derecho. Su respiración es continua, pausada, suave. Él no puede evitar sentir algo que le produce inquietud, algo que en otro momento le molestaría: ¡Ese es su lado de la cama! Pero a estas alturas eso ya no es tan importante.
Por la única ventana de la habitación, una farola ilumina el lado vacío de la cama.
- Menos mal que compramos esa cortina - piensa.
La luz que entra no es muy intensa, diríamos que es la suficiente como para dejar dormir a un niño sin que tenga miedo de la oscuridad.
Se acerca a la cama casi de puntillas, para no hacer mucho ruido con esas grandes botas de goma, de esas que no solo no dejan pasar el agua, sino que tampoco dejan pasar el aire. Las odia, pero tiene que llevarlas si no quiere destrozarse los pies en la fábrica. Se sienta en el borde mirando hacia la ventana, pensativo. Las sábanas están perfectamente dobladas en ese lado, como si nadie las hubiera tocado. Mira el reloj de la mesilla. Faltan cinco minutos para marcharse, pero no quiere perder el autobús. Se da la vuelta, se acerca hacia ella con sigilo y le da un beso en la mejilla. No se va a arriesgar a despertarla.
Se levanta, mira por la ventana y susurra:
- Desde que tengo el turno de noche, apenas coincidimos en casa.
Gira el pomo de la puerta lentamente, con mucho cuidado para no hacer ruido y sale de la habitación.
Este es un pequeño relato, que escribí hace un tiempo, basado en un tema propuesto en un concurso de radio. Trata sobre un hombre que entra en su habitación para despedirse de su mujer antes de marcharse a trabajar. En esta pequeña descripción se pretende reflejar una situación, un tanto triste, en la que una pareja no comparte mucho tiempo debido a sus obligaciones laborales. No todo el mundo tiene la suerte de tener un empleo que le permita compaginar la vida en familia con la vida en el trabajo.
Jon Werckmeister
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